Cómo viven el aislamiento en hoteles los porteños infectados con Covid-19

Ya pasaron 6355 personas por 23 hoteles habilitados en dos tipos modalidades: repatriados del exterior y residentes infectados. Hoy 1090 porteños son asistidos en 15 hoteles.

Desde que inició la pandemia la Ciudad implementó un amplio abanico de medidas que cambiaron la realidad de todos, en el transporte, en el trabajo, en los comercios, en los consorcios, pero sin dudas para quienes vienen del exterior o se infectan como residentes en la Ciudad y utilizan el sistema público de salud, el cambio es rotundo. Estos vecinos son alojados en los hoteles de pasajeros y de infectados asintomáticos como estrategia de prevención. El dato categórico que hizo imprescindible la medida es contundente: 75% de los infectados no lo saben ni lo sospechan, son los llamados asintomáticos y, según la tasa de contagio mundial, podrían contagiar, en caso de no aislarse, al menos a 4 personas cada uno.
“La pandemia nos desafió a todos, hoy no importa cual es tu cargo o función, nuestra tarea es cumplir los lineamientos que define Fernán Quirós,  Ministro de Salud, junto con su equipo, para el trabajo en los hoteles y estar al servicio de los vecinos para evitar la propagación del virus en la Ciudad”, afirmó Facundo Carrillo, secretario de Atención Ciudadana, en relató: “Sabemos que por cada paciente con covid-19 que estamos cuidando evitamos muchos contagios y le damos tiempo y espacio al sistema público de salud para enfocar todos sus recursos en los casos más complejos”.
Walter y su esposa embarazada se contagiaron de Covid-19 no saben bien si al mismo tiempo, los dos fueron al Hospital Piñeiro, ella quedó internada porque tenía síntomas y fecha de  parto en esos días, a él lo trasladaron al Hotel de las Luces para llevar adelante la cuarentena. Tres días después del episodio nació su cuarto hijo y él no pudo asistir al parto, esta situación lo dejó con una sensación de frustración e impotencia.
“Ese día fue un golpe terrible. Estaba como loco. Ella es mi compañera, mi amor, mi vida... y mi bebito nació y no podía estar ahí presente por este virus de porquería. Estaba destruido emocionalmente. Pero con la ayuda de Dios y la contención de los doctores, los enfermeros, los voluntarios y los psicólogos lo superé”, cuenta Walter, un soldador de 33 años que vive con su familia en el barrio de Flores.
Dos veces al día Walter es contactado por médicos, como parte del protocolo diario en el que debe reportar si tiene fiebre, que “gracias a Dios no tengo” afirma. Recibe además contención de psicólogos que controlan su evolución y le brindan el apoyo necesario para sobrellevar la única forma conocida para luchar contra la enfermedad: el aislamiento. “La verdad es que el trato de los chicos es muy humano, entienden la situación. Me llaman todos los días y me preguntan cómo estoy, si tengo temperatura, cómo amanecí, si descansé bien, cómo está mi familia. Es como una charla entre amigos o familiera. Te hace bien porque no te sentís ajeno, te soltás y te alivia mucho eso que te genera el encierro”, explica.                                                                          “Los días pasan rápido. La semana pasada estábamos tratando de asimilarlo con mi señora y, en un pestañazo, ya estoy comenzando la cuenta regresiva para mi próximo hisopado. Mi gorda (su esposa) se está curando de a poco de un cuadro de neumonía provocado por el coronavirus, y a mi bebito el test le dió negativo y está rosadito. Estar acá es la mejor opción, porque si estás en tu casa no sabés qué puede pasar con tus viejos o tus abuelos, si los tenés. Podés vivir toda la vida preguntándote <<¿por qué no me recluí?>>. Es un momento breve el que estás solo. Solo entre comillas, solo físicamente, porque estamos juntos”, concluye.                                                        Nora Waldhorn es de la Laboulaye provincia de Córdoba y tiene 61 años, llegó a Buenos Aires el 20 de marzo desde Uruguay en el barco que transportaba a un pasajero infectado. “Nos llevaron al hotel Panamericano, estuve desde el 20 a la madrugada hasta el 30 de marzo que me trajeron acá”. 
Nora viajó con una amiga a Uruguay y jamás se imaginó un regreso televisado, a una semana de su arribo al hotel Escorial Nora cuenta que le hicieron el primer test que dio positiva al covid-19. “El 28 de marzo nos hicieron los test a mí y a mi amiga, a mí el 30 de marzo me dio positivo y a mi amiga le dio negativo. Mi amiga se volvió, y yo vine al escorial que es donde estoy ahora”.
“Yo te digo la verdad, me han tratado muy bien, lo que he necesitado siempre lo he tenido, lo que está al alcance de ellos (los voluntarios) por supuesto, El desayuno nos lo traen ocho o ocho y media, una cosa así, te golpean la puerta y vos te levantas entrás tu desayuno. El almuerzo igual, tipo 12.30, la merienda tipo 17.30 a la tarde y la cena tipo ocho y media, entre las ocho y las nueve digamos, muy buena la comida, muy buena”.
Nora cuenta que cuando ingresó le preguntaron si tenía alguna condición especial, si era diabética, hipertensa, para saber qué podía comer, ella respondió que no tenía ninguna restricción:”Yo les dije nada que ver, de hecho me engorde unos cuantos kilos, porque estuve sin hacer nada, me ofrecieron jabón, shampoo, pero igual como yo venía de viaje ya tenía todo eso. Las toallas y las sábanas las cambian, todo bien”. 
El 5 de abril, a dos semanas de estar en la Ciudad, Nora se realizó el segundo test y le volvió a dar positivo, sin embargo cuenta que casi no tuvo síntomas:” yo el único síntoma que tuve fue perdida del gusto y el olfato, no tuve nunca fiebre, nunca dolor de cabeza, nunca malestar general, nunca tuve esa tos seca que yo le escuchaba acá a la gente que tosía, para nada. O sea, lo mío fue dentro de todo muy leve”. 
Respecto de la atención médica, Nora cuenta cómo es el protocolo de atención y seguimiento de pacientes: “Dos veces por día te llaman, yo me tengo que tomar la fiebre, acá me dejaron un termómetro digital y, tanto a la mañana como en la noche tenés que reportar la temperatura, yo nunca tuve fiebre nunca pase de 36. En mi caso como nunca tuve síntomas no hizo falta que vengan a mi habitación, yo no lo precisé”.
El estigma del covid-19 es la soledad y parece que cada quién va generando hábitos para combatirla, así surgen nuevos saberes. Al respecto Nora cuenta: “ tuve mis días….me acostaba, me levantaba, miraba televisión, me conecte Netflix en el celu, la gente de mi ciudad me acompañó muchísimo porque soy el único caso, así que imaginate, no hubo casos en Laboulaye por eso no he podido volver antes porque no me dejaban entrar si no tenía el test negativo”. Al igual que otros pacientes, la tercera semana es la más dura:”se me empezó a poner un poco más pesado, no venían los resultados de los test, yo estaba muy ansiosa, pero bueno la fui tironeando gracias a Dios”.
Pasada la tercera semana Nora estaba muy ansiosa dado que se tenía que hacer un nuevo test. “Me hicieron el hisopado por nariz y por garganta y el lunes a la tarde ya tenía el resultado. La noticia me la dio una doctora de acá del hotel, me sonó el teléfono y me dijo que ya no tenía presencia de virus. No se como explicarte la sensación que tuve…. lo primero que hice fue llamar a mis hijos”.

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